viernes, 21 de diciembre de 2007

Hablemos del iconógrafo

Según Paul Eviokimov:
“Los iconógrafos son los grandes maestros del dibujo, sus líneas son precisas, son maestros de la composición , poetas del colorido”

El pintor de iconos quiere ser un interprete del Espíritu Santo, pretende crear una atmósfera espiritual y mística para poder sumergirse en ella.

Un iconógrafo hace un trabajo largo y paciente, lo hace como artesano para preparar la tabla y debe tener capacidad artística para la hechura del icono, de la imagen.

Un iconógrafo no es un pintor, sino un escritor, porque los iconos se escriben y no se pintan libremente. Al escribir un icono nos ayuda a abrir nuestro interior en las realidades invisibles, al mundo del espíritu, y es por ello que se debe aquietar el cuerpo y la mente en la tarea.

Al trabajar, el iconógrafo, lo hace de acuerdo a cánones inamovibles, tratando de recrear el mundo superior transfigurado.

Las reglas de cómo pintar fueron marcadas por sucesivos concilios, unas veces a favor y otras en contra de la creación de iconos; en uno de esos concilios dice “ que no se hagan pinturas que deleiten la vista, y corrompan el espíritu, alentadndo las llamas de los deseos impuros”.
Y hubo entonces períodos en que los iconógrafos fueron perseguidos, martirizados y muertos.

El iconógrafo trata de despertar en la persona que lo va a contemplar, inspiraciones y sentimientos divinos que lo acerquen mas a Dios.


No pueden los colores ser utilizados libremente, ni oscurecerlos con sombras, por que la luz no proviene de un lugar específico, como en la pintura que estamos acostumbrados a ver; en iconográfia las figuras están inmersas en la luz. Se trabaja con el método pictórico de la “aclaración progresiva”.

Podríamos decir que el iconógrafo es un “copista” , pero esto no significa inhibir la creatividad y a esto ponemos las palabras de San Pablo “donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad “ [11 Cor.3.17]

En el concilio II de Nicea se dijo: “Solamente el aspecto técnico de la obra depende del pintor, todo, su plano, su disposición depende de los Santos Padres” y se crearon entonces manuales para su elaboración.

El icono representa el lugar donde se desarrolla ese episodio, todo está sugerido por medio de símbolos, pero lo principal siempre son los personajes.

La misión del iconógrafo sería hacer cercano lo invisible, lo espiritual, acercar lo alto a la tierra; el iconógrafo considera su obra concluida cuando pone el nombre en letras del representado, es así como la pintura se convierte en icono, la imagen adquiere toda la dimensión espiritual, su arte sacro.

Como lo dice en su libro el Padre Alfredo Sáenz “El título del icono, al designar al personaje representado, sacraliza al imagen, la introduce al ámbito de culto”.


Los iconógrafos no firmamos la obra, pues en realidad ésta no es propia, sino que es obra de la Iglesia, siempre, los autores eran monjes, no eran iconógrafos por propio gusto o afición a los iconos, era en realidad un ministerio que se le otorgaba.


Tanto el sacerdote como el iconógrafo se asemejan porque ambos predican la palabra de Dios, el sacerdote hace presente el Arquetipo que está en los cielos por medio de la Eucaristía y el iconógrafo por medio de la pintura escrita..

Uno de los primeros investigadores del arte ruso del icono, I. P. Sajárov, escribía en 1849 “La ejecución de la pintura de iconos es un gran arte clásico que exige del pintor diversos conocimientos”.

Si además de conocimiento debían tener sumisión, porque eran grandes artistas pero no podían infringir las leyes establecidas en los “manuales”, aunque nunca veremos iconos exactamente iguales, siempre aparece la nota personal del que lo realiza.

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